Querido diario:
Hace unos días, me senté tranquilamente a releer
escritos y es sorprendente la cantidad de cosas que se repiten a lo largo del
tiempo. Es cierto eso que dicen de que la vida es un ciclo que se repite. Situaciones
similares, mismos sentimientos. Y vuelta a empezar. Todo lo que empieza tiene
un final y cada final de cada historia que vivimos permanece inmortal e
inalterable para siempre. Al menos, eso creo yo.
....
La semana pasada fue muy extraña, nada me daba paz… A
pesar de haber estado rodeada cada día de mi gente y de haberme reencontrado
inesperadamente con un recuerdo de no hace demasiado, me encontraba como
ausente. Fue entonces cuando me acordé de lo mucho que necesitaba acariciar tu
piel, abrir tus páginas y sentarme a escribir. Anoche me di cuenta de que hacía
mucho tiempo que no lo hacía… No creas que no es porque no he necesitado
desahogarme, ¡qué va! Lo he necesitado, y mucho, pero hace semanas que no
doy con las palabras justas, con la forma apropiada, con el
modo de hacerlo…
Es curioso cómo se echan de menos las cosas que,
siendo puramente materiales, como tú, forman parte de tu ser al compartir
muchos momentos.” No me das calor, eso es cierto, pero me das consuelo”, pensé
al mirarte anoche. Alguien me decía hace unos días que no se puede echar de
menos lo que no se posee. “Como frase lapidaria está muy bien, le dije, pero no
estoy para nada de acuerdo”. Hay cosas que te gustan, pero que no te pertenecen,
con las que disfrutas y a las que añoras cuando desaparecen. No son cosas
grandes, ni lujosas… Muchas veces son cosas pequeñas, livianas, como una
conversación con alguien querido, un café en buena compañía, esa cerveza de los
viernes que te da la vida… Cosas que no te pertenecen físicamente, pero sí
emocionalmente. Cosas que te alegran el día al verlas aparecer y que echas de
menos cuando dejan de suceder…
¿O no?
Bss.
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